sábado, 17 de agosto de 2013

El Tercer Estado (E-J. Sieyes)

¿Qué se necesita para que una nación subsista y prospere? Trabajos particulares y funciones públicas. Todos los trabajos particulares pueden clasificarse en cuatro clases:
1. En cuanto la tierra y el agua, la materia prima de las necesidades humanas, la primera clase en el orden de las ideas, será la de todas las familias vinculadas a los trabajos del campo.
2. Desde la primera venta de las materias hasta su consumo o uso, una nueva mano de obra, más o menos numerosa, añade aquéllas un valor adicional más o menos complejo. La industria humana alcanza de este modo a perfeccionar los beneficios de la naturaleza, y el producto bruto dobla, decuplica y aún centuplica su valor inicial. Tal es la segunda clase de trabajo (sigue...)

3. Entre la producción y el consumo, así como entre los diferentes grados de producción, se establece una multitud de agentes intermedios, útiles tanto a los productores como a los
consumidores; a saber: los comerciantes y los negociantes. Los negociantes, quienes comprando sin cesar las necesidades de los diferentes lugares y momentos, especulan sobre el beneficio del almacenamiento y transporte. Los comerciantes, quienes se encargan, a su vez, de la venta, ora al por mayor, ora al por menor. Tal género de utilidad caracteriza la tercera clase de trabajos.
4. Además de estas tres clases de ciudadanos laboriosos y útiles, que se ocupan del objeto propio al consumo y al uso, se precisan aún en la sociedad una multitud de trabajos particulares y cuidados directamente útiles o necesarios a la persona. Esta cuarta clase de trabajos abarca desde las profesiones científicas y liberales más distinguidas, hasta los servicios domésticos menos estimados. Tales son, pues, los trabajos que sostienen la sociedad.

¿Sobre quien recaen? Sobre el tercer estado. Resultaría superfluo analizarlas en detalle para demostrar que el tercer estado integra los diecinueve vigésimos de todas ellas, con la salvedad de que se haya encargado de las más penosas y en general de todas aquellas que el orden privilegiado rehusó desempeñar. Sólo los puestos lucrativos y honoríficos se hallan ocupados por los miembros del orden privilegiado. Así, se han usado establecer prohibiciones al tercer orden y se le ha dicho: "Cualesquiera que fuera en tus servicios y tus talentos, solamente podrás alcanzar determinado nivel, sin traspasarlos jamás. No es bueno que se te honre." Si bien una tal exclusión no es sino un crimen social y una auténtica hostilidad para con el tercer estado, ¿podría al menos resultar de utilidad para la cosa pública? ¿Se ha reparado, por ende, en el hecho de que, al aceptar una función cualquiera a un determinado orden de ciudadanos, debe retribuirse no solamente al que trabaja, sino también a todos los miembros de la casta que no están empleados, así como a sus respectivas familias? ¿Se ha prestado atención al hecho de que cuando el gobierno deviene patrimonio de una clase particular, se incrementa los cargos fuera de toda mesura, creándose las plazas no en atención a las necesidades de los gobernados, sino a las de los gobernantes? La pretendida utilidad de un orden privilegiado para el servicio público no constituye sino una quimera; sin su presencia en los puestos superiores serían infinitamente mejor desempeñados; estos puestos deberían ser, naturalmente, la recompensa de los talentos y servicios reconocidos; y que, en fin, el hecho de que los privilegiados hayan usurpado todos los puestos honoríficos y lucrativos, constituye tanto una odiosa iniquidad para la generalidad de los ciudadanos, cuanto una traición para la cosa pública.

¿Quién osaría, pues, negar que el tercer estado no posee en sí mismo todo lo necesario para formar una nación completa? Es como un hombre fuerte y robusto que tiene, sin embargo, un brazo encadenado. Si se suprimiera el orden privilegiado, la nación en nada menguaría, sino que se acrecentaría. Así, pues, ¿qué es el tercer estado? Todo, pero un todo aherrojado y oprimido. ¿Qué sería sin el orden privilegiado? Todo, pero un todo libre y floreciente. Nada puede funcionar sin él; sin embargo, todo iría infinitamente mejor, sin el privilegio.

Preguntas para trabajar el texto:

  • ¿Quién es el Tercer Estado? ¿Qué aspectos negativos recaen sobre él?
  • ¿Qué opinión tiene el autor de los privilegiados?
  • ¿Qué debería hacerse, según el autor?
  • ¿Qué opinión tienes tú sobre lo que plantea el autor?

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