- Eva: A mí
no me parece bien que en el colegio no dejen llevar piercing.
Si se puede tener un pendiente en la oreja, se podrán tener dos, o
tres, o los que se quiera. Y ya puestos, ¿por qué no en el labio o
en la ceja? Oponerse a llevar piercing es una tontería
propia de gente atrasada.
(sigue...)
- Carlos: es cierto,
tienes razón; al fin y al cabo, yo con mi cuerpo puedo
hacer lo quiera. Mi cuerpo es mío y yo soy el que decido
qué puedo o no puedo hacer con él.
- Mónica: ya, pero
si eso es así, ¿te puedes matar cuando quieras? Por poder, puedes,
¿pero eso estaría bien? Porque en el fondo no se trata de ver qué
puedo hacer con mi cuerpo, sino qué debo hacer con mi cuerpo, que no
es lo mismo. Yo creo que no todo lo que puedo hacer debo
hacerlo. Claro que puedo insultar a mi madre, pero no debo
hacerlo; claro que puedo no presentarme a los exámenes, pero no debo
hacerlo.
- Eva: Bueno, esa es
tu manera de ver las cosas, que eres un poco radical. Así que
insisto en que creo que deberíamos poder llevar el
piercing porque a casi todos nos parece bien.
- Carlos: En cierto
modo lo que dice Mónica es verdad: cuando trabajé en Telepizza me
hacían afeitarme, llevar el traje de la empresa, y tampoco me
dejaban llevar piercing ni tatuajes visibles. En muchas empresas de
trabajo es así. Supongo que cada lugar tiene derecho a poner las
normas que le parezca.
- Eva: Eh, para,
para. Una cosa es que puedan poner sus normas y otra es que te
obliguen a hacer cosas que no están bien.
-
Mónica: ¡Pues eso! Al final es una cuestión sobre qué está bien
y qué está mal, que es lo que yo decía. El
que a muchos les nos parezca bien algo no significa que esté bien.
En mi antiguo grupo del barrio a casi todos les parecía bien
marginarme porque no solía pensar como ellos. ¿Haríais vosotros lo
mismo? Por eso, en cuanto al piercing, el
colegio tiene derecho a decir si le parece bien o mal llevarlo.
Otra cosa distinta es que yo esté de acuerdo o no con lo que diga el
colegio.
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