Jesús dedicó su vida a
anunciar y hacer realidad el “reino de Dios”. Esta expresión
quiere decir que Dios está ya actuando para ejercer su soberanía y
hacer que las cosas sean como él desea. En la mentalidad de Israel
el deseo de Dios es gobernar como un rey que defienda al débil y al
oprimido, que traiga la justicia y la paz. Cuando Jesús anuncia que
ya ha llegado el reino de Dios quiere decir que por fin se va a
implantar una situación anhelada por todos los descontentos, para
los desheredados, para los pobres, para los explotados, para los
marginados e indefensos. En definitiva, el reino supone la denuncia
del actual sistema establecido y, en consecuencia, la llegada de una
nueva sociedad, una sociedad digna de las personas en la que se
implante la igualdad, la libertad y la solidaridad.
Por supuesto, este ideal
no se reduce a un mero proyecto de justicia social por dos motivos.
En primer lugar, porque solamente alcanzará su realización
definitiva en la plenitud de la vida con Dios. El reino es una tarea
del ser humano que debe ir construyéndolo ya aquí en la tierra,
pero solo culminará en la vida en el más allá porque es un regalo
de Dios. Además, esa sociedad nueva no se conseguirá si no es
mediante una conversión interior de cada una de las personas: cada
uno debe convertirse de corazón y vivir desde los valores y
actitudes que Dios quiere. Solo se podrá cambiar el mundo cuando
todos personalmente cambiemos por dentro.
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